martes, 7 de febrero de 2012

Maurois: las incógnitas de una mujer (I)


Pierre-Auguste Renoir. El almuerzo de los remeros (1879).
   Preguntábame si Felipe contaba hacer de mí su esposa o su amante. Amaba hasta esta incertidumbre. Felipe sería el árbitro de mi destino: era preciso que la solución viniese tan sólo de él. Esperaba confiada.
   A veces una indicación más precisa parecía aflorar bajo las palabras. Felipe decía: "Es necesario que te haga conocer Brujas; es un lugar delicioso... y no hemos hecho nunca ni un pequeño viaje juntos". La idea de partir con él me encantaba; sonreía con ternura; pero en los días siguientes no se hablaba más de aquella partida.
(...)
   Al otro día por la mañana, partió para Gandumas y pasó allí quince días, durante los cuales me escribió mucho. Antes de volver, me envió el largo relato del cual he hablado y que es el de su vida con Odila. Esta narración me interesó y me sorprendió. Descubrí en ella un Felipe ávido y celoso que no había imaginado nunca, que había querido pintarse para mí tal como era, para evitar toda sorpresa penosa. Pero este retrato no me asustó. ¿Qué me importaba que fuera celoso?... No tenía la intención de engañarlo. ¿Qué me importaba que se divirtiera, a veces, con algunas jóvenes?... Estaba dispuesta a aceptarlo todo.
   Tanto en su conducta como en sus conversaciones, dejaba ahora adivinar, claramente, que estaba resuelto a casarse conmigo. Ello me hacía dichosa y sin embargo un leve desasosiego enturbiaba un poco mi dicha: un matiz de irritación que había, en ocasiones, advertido en él cuando me oía hablar o me veía obrar, me parecía hacerse más vivo y presentarse con más frecuencia. Muchas veces en el curso de una velada que comenzó en una comunión espiritual perfecta, había experimentado la impresión de verlo, de repente, ante una palabra mía, cerrarse y entregarse a un triste ensueño. Silenciosa, a mi vez, intentaba reconstruir lo que había dicho. Todas mis frases me parecían inocentes. Buscaba comprender lo que había podido molestarle; no lo hallaba. Las reacciones de Felipe me parecían misteriosas, imprevisibles.

André Maurois. Climas de amor (1929).

2 comentarios:

  1. La pobre Isabel, con su amor incondicional... Dispuesta a todo por tal de no perder de su lado a la persona que tanto quiere, que tanto admira, que ama. "¿Qué me importaba que se divirtiera, a veces, con algunas jóvenes?... Estaba dispuesta a aceptarlo todo." Se había resuelto a vivir ligada a ese hombre por muy mal que se pusieran las cosas. Y como se ve en el fragmento anterior a éste así fue. Aceptó todas las infidelidades de su marido, incluso le aconsejaba si alguna de sus amantes eran o no adecuadas para él. ¡Qué vida tan triste! Por cierto, nosotros si iremos a Brujas, estaremos muy cerca de allí y sería una pena no visitar esa ciudad. =)

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    1. Jajaja, yo con visitar Bastogne (sur de Bélgica) me tengo por bien servido.
      Con respecto al fragmento, estoy seguro que Isabel sería diagnosticada con "trastorno de personalidad dependiente". A pesar de eso, esta novela me gusta. :)

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