sábado, 12 de enero de 2013

Cortázar: la monstruosa perfección del cosmos


Remedios Varo. Revelación o El relojero (1955).
   Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
   En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano.
   Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o se queda fijo o cambia de forma.
   Ansié la dispersión de las duras constelaciones, esa sucia propaganda luminosa del Trust Divino Relojero.

Julio Cortázar. Rayuela (1963).

2 comentarios:

  1. Curiosa sensación. Creo que sí es cierto que en ocasiones la vida nos abruma tanto que ni siquiera queremos despertar. Supongo que esta frase define bien esa sensación: "el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación"

    Supongo que suena cansino ya, pero me gusta Rayuela =P


    Un beso =)

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    1. A mí también me parece monstruoso tener que soportar que el sol salga todos los días. Pero al mismo tiempo me conformo siendo un espectador.

      Un beso.

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