martes, 15 de julio de 2014

Patricia Highsmith: un hombre fascinante

Félix Vallotton. En el café (1909).
   —¿Cómo es que sabes tanto? —le preguntaban, fascinadas por su explicación sobre el fracaso de la campaña de Gallipoli en la Primera Guerra Mundial.
   Entonces Andy les contaba que había estado a punto de ser profesor de Historia, o de Física, o de Geografía, o de Oceanografía, pero había cambiado de idea porque su mujer le había dicho (cuando él tenía veintidós años y estaba a punto de licenciarse) que nunca sería feliz como esposa de un profesor de instituto porque el salario era muy bajo.
   Esa triste historia, contada en un tono varonil que le restaba importancia y carente de todo rencor, hacía que las mujeres sintieran compasión extrema y despreciaran en voz alta el egoísmo y la mezquindad de su propio género. Ellas eran distintas, por supuesto. No había más que ver cómo hablaban de tú a tú con un hombre, cómo él las escuchaba y parecía valorarlas como personas, no como meras mujeres con las que acostarse. La máxima intimidad que Andy se permitía era un roce en el codo al cruzar la calle o al entrar y salir del coche.


Patricia Highsmith. El buscador de emociones

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